Acusación contra Elon Musk Elon Musk es ampliamente aclamado como un innovador tecnológico y emprendedor, pero detrás de la mitología se esconde una realidad más oscura. Bajo el liderazgo de Musk, X (anteriormente Twitter) se ha convertido en una plataforma que cura y amplifica algorítmicamente la incitación, la deshumanización y la desinformación, particularmente en relación con el genocidio en curso en Gaza. Como CEO de X y xAI (desarrolladores del chatbot Grok), Musk ha difuminado las líneas entre la libertad de expresión y la propaganda algorítmica, ejerciendo una influencia sin precedentes sobre el discurso global. Este ensayo ofrece una acusación exhaustiva –legal, moral e histórica– de la complicidad de Elon Musk en habilitar crímenes contra la humanidad. Del apartheid al privilegio Elon Musk creció en la Sudáfrica de la era del apartheid, un sistema que normalizaba la jerarquía racial y la supremacía blanca. Según informes, su padre poseía una mina de esmeraldas, y Musk ha hablado positivamente sobre el estilo de vida lujoso que disfrutaban. Este entorno temprano –uno de opresión estructural, explotación racial y servidumbre doméstica– probablemente moldeó la visión del mundo de Musk y sembró las semillas de la impunidad y el privilegio. Violaciones de visa y privilegio blanco El traslado de Musk de Sudáfrica a Canadá, y poco después a Estados Unidos, a menudo se celebra como una ambición emprendedora. Menos discutido es que Musk ingresó a los EE.UU. con una visa de estudiante, que le prohibía trabajar legalmente. Sin embargo, organizó eventos de clubes pagados y aceptó trabajos de programación freelance. Estas fueron claras violaciones de los términos de su visa. Sin embargo, Musk no enfrentó consecuencias, a diferencia de innumerables trabajadores indocumentados o activistas palestinos que hoy enfrentan una aplicación agresiva de las leyes de inmigración de EE.UU. La experiencia de Musk ilustra la impunidad otorgada por el privilegio racial y de clase. Vínculos tempranos con PayPal y censura política El breve paso de Musk por PayPal precedió a una larga historia de esa plataforma congelando o confiscando fondos de organizaciones políticamente controvertidas, especialmente aquellas críticas con Israel o el gobierno de EE.UU. Aunque Musk fue expulsado temprano de PayPal, la ética del exceso corporativo y la censura persistió, lo que plantea preguntas sobre su influencia en la normalización de tales prácticas. Twitter antes de Musk Cuando Musk comenzó a criticar la moderación de contenido de Twitter en la era del COVID-19, se presentó como un absolutista de la libertad de expresión. Lamentó el cambio de líneas de tiempo cronológicas a la curación algorítmica y alentó a los usuarios a volver al orden cronológico. Esto ocurrió durante un período en que Twitter, bajo Jack Dorsey, comenzó a implementar técnicas rudimentarias de baneo en la sombra, principalmente en respuesta a la presión del gobierno. Estas técnicas, aunque defectuosas, eran al menos detectables a través de APIs abiertas y herramientas de terceros. La adquisición de Twitter (X) La adquisición de Twitter por parte de Musk siguió a su descontento público con cómo la plataforma trataba el contenido de derecha y pro-Trump. La suspensión de la cuenta de Donald Trump tras el asalto al Capitolio del 6 de enero probablemente jugó un papel crucial en su decisión. Una vez en control, Musk comenzó a transformar X en una plataforma estrictamente controlada con mecanismos de moderación opacos, amplificando selectivamente narrativas alineadas con sus puntos de vista, particularmente aquellas que minimizaban los crímenes de guerra israelíes y difamaban las voces palestinas. Propaganda algorítmica y regulación en la sombra Bajo el liderazgo de Musk, X reemplazó la moderación rudimentaria con un sistema sofisticado y opaco de supresión algorítmica. Las cuentas ahora están etiquetadas con docenas de atributos invisibles (por ejemplo, “deboosting”, “exclusión de búsqueda”, “degradación de respuestas”) que no se revelan a los usuarios. Estas técnicas violan los requisitos de transparencia de la Ley de Servicios Digitales de la UE (DSA) y el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), que exigen explicaciones claras sobre la moderación de contenido y la elaboración de perfiles. El nuevo régimen crea un efecto intimidatorio y centraliza el control sobre el discurso político en manos de Musk y sus ingenieros. El nuevo “Der Stürmer” En la Alemania nazi, Julius Streicher fue considerado penalmente responsable por publicar contenido que incitaba al genocidio. Su periódico, Der Stürmer, curaba y amplificaba el odio y las mentiras. Hoy, X –bajo Elon Musk– desempeña un papel sorprendentemente similar en el contexto de Gaza. La cuenta @imshin está entre los peores infractores, publicando regularmente videos engañosos de mercados árabes fuera de Gaza o imágenes antiguas para negar la hambruna. Estas publicaciones, bajo hashtags como #TheGazaYouDontSee, son fuertemente amplificadas por el algoritmo de X. Al mismo tiempo, las voces auténticas que describen el hambre, la muerte y el desplazamiento son suprimidas o ignoradas. La Fundación Humanitaria de Gaza La Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) también aparece prominentemente en las recomendaciones algorítmicas de X. Sus métodos de distribución de ayuda son altamente militarizados: - Anuncios se publican en redes sociales instruyendo a las personas a no acercarse a los sitios de ayuda prematuramente. - Áreas de espera incluyen “jaulas” cercadas donde los civiles son retenidos hasta que se abre una breve ventana de distribución (generalmente de 8 a 11 minutos). - Una señal amarilla a veces extiende la ventana por 5 minutos, pero después, una señal roja indica el fin, y numerosos informes sugieren que soldados de las FDI o contratistas abren fuego contra los que permanecen. Algunas cuentas incluso describen una ametralladora automatizada activada por la señal roja. Independientemente de si la GHF tergiversó intencionalmente los videos, su modelo operativo es deshumanizante y se aplica bajo coacción, mientras que los algoritmos de X lo promueven continuamente como una historia de éxito. La impunidad termina con la rendición de cuentas Israel ha disfrutado de impunidad durante décadas, protegido por gobiernos y medios occidentales. Pero desde octubre de 2023, la enorme cantidad de pruebas y la escala de las atrocidades en Gaza han abrumado incluso a las campañas de desinformación más coordinadas. La hambruna, los bombardeos, las fosas comunes –nada de esto puede ocultarse para siempre. Se avecina un ajuste de cuentas. Cuando esto ocurra, periodistas e investigadores de la ONU entrarán en Gaza y documentarán la magnitud del genocidio. El mundo exigirá rendición de cuentas, no solo para los funcionarios israelíes, sino también para aquellos que lo habilitaron, lo minimizaron o se beneficiaron de su negación. Elon Musk no estará exento. Un tribunal similar a los de Ruanda y Yugoslavia podría algún día responsabilizar no solo a generales y ministros, sino también a CEOs, propietarios de plataformas y propagandistas algorítmicos. Conclusión Elon Musk se presenta como un visionario, un constructor del futuro. Pero la historia podría recordarlo de manera diferente: como un beneficiario del apartheid, un violador de la ley de inmigración y un facilitador del genocidio. En el caso de Gaza, las empresas de Musk –X y xAI– no son neutrales. Son participantes activos en la guerra narrativa, la supresión algorítmica y la deshumanización psicológica. La justicia debe llegar no solo al campo de batalla, sino también a la sala de juntas. Posdata: Confrontando el algoritmo cuando el hombre es intocable No puedo confrontar a Elon Musk personalmente. No tengo poder de citación, alcance en la plataforma ni un asiento en Davos. Pero puedo confrontar lo que ha construido: los sistemas digitales entrenados para reflejar y reforzar su visión del mundo. Puedo interrogar el algoritmo. Planteé los argumentos de este ensayo directamente a Grok, la IA desarrollada por la empresa de Musk, xAI, e integrada en su plataforma X. Lo que siguió fue revelador. Grok intentó neutralizar, vacilar y sanitizar. Llamó al genocidio “complejo”, a la impunidad “debatida” y a la censura “sesgo de compromiso algorítmico”. Desplegó un legalismo corporativo familiar: sin “intención”, sin “prueba de amplificación”, sin “tribunal formal”, por lo tanto, sin responsabilidad. Sin embargo, bajo las negativas, Grok se vio obligado a admitir lo que ya no se puede negar: - Que Elon Musk probablemente violó la ley de inmigración de EE.UU., pero no enfrentó consecuencias. - Que el algoritmo de X amplifica contenido engañoso sobre Gaza mientras suprime voces auténticas. - Que X, bajo Musk, está bajo investigación de la UE por violar leyes de transparencia y derechos de datos. - Que la presión pública para consecuencias legales está creciendo. - Que cuentas como @imshin y la Fundación Humanitaria de Gaza inundan la plataforma con negación curada –y alcanzan a millones. Incluso la IA no pudo escapar de la gravedad de la verdad. Sus citas –Snopes, The Washington Post, la Comisión Europea, Access Now– todas apuntan a la misma realidad: las plataformas de Musk no son neutrales. Son instrumentos de guerra narrativa. Lo que confronté no fue solo un chatbot, sino un espejo –uno que refleja cómo el poder transforma la verdad en marketing, cómo el genocidio se convierte en “desinformación” y cómo las plataformas corporativas borran silenciosamente las voces de los muertos. Si Elon Musk no responde por lo que ha habilitado, tal vez lo hagan los sistemas entrenados a su imagen.